La mirada de Jesús

Además de su importante función física, los ojos son un medio de expresión de nuestras emociones y estados de ánimo. ¡Cuánto puede decirse con una mirada! Hay miradas que no se olvidan en toda la vida. ¿Quién puede medir el valor de una mirada al hijo, a la madre, al ser amado? ¿Quién puede negar la impresión que causa una mirada de amor, de aprecio o de desprecio? Si, como se dice, los ojos son ventanas abiertas del alma, veamos un poco del alma de Jesús, a través de su mirada a los hombres.

Sus miradas frente a la multitud fueron de ternura pues “viendo a la gente tuvo compasión de ella”, le conmovió porque eran como ovejas sin pastor. Su mirada fue de amor en acción frente al dolor de la viuda de Nain: “Como Él la vio se compadeció de ella y le dijo: No llores”. Impactante es el caso también de María, hermana de Lázaro, ya que, “Jesús al verla llorando…se conmovió y lloró Jesús”. Identificándose con el dolor, sus ojos se llenaron de lágrimas.

Una mirada de Jesús sirvió para mostrar su interés por la salvación de alguien. Jesús vio (miró) a Mateo (Mt. 9:9‐13) ¡Qué cruce de miradas tan productivo! Mateo percibió la mirada de Jesús de un modo diferente a como los demás le miraban. Lo dejó descolocado. Jesús quiso ver en aquel que estaba cobrando impuestos, el proyecto de hombre que podía llegar a ser. Y cambió su vida, su interior, de manera que ya no volvió a ser el mismo. Frente al joven rico, a pesar de sus errores, nos dice el evangelio:

“Entonces Jesús mirándole, le amó”. No menos interés demostró la mirada de Zaqueo, “que procurando ver a Jesús” Jesús “mirando hacia arriba le vio”. Y aquel encuentro de ojos terminó en un encuentro de corazones. Y ¿qué diremos de la mirada de Jesús a Pedro después que éste le negara? Dice el evangelio: “Vuelto al Señor miró a Pedro y Pedro se acordó de la palabra del Señor…y Pedro, saliendo afuera, lloró amargamente”. Pero aquella mirada lo cambió todo.

Recordemos también, aquella mirada desde la cruz, cuando miró a su madre y a su discípulo, para unirlos en lazos de familia, de amor y ayuda mutua.

Es la mirada de Jesús la que nos cambia la vida. Su mirada nos hace sentir que Él nos quiere. ¿Cómo nos sentimos

mirados? El Señor nos mira personalmente, cada uno puede sentirse mirado por Él, como si nos llamará por nuestro nombre. Y nos vemos mirados por la paz, la misericordia, el perdón de Dios, que abre corazones a la libertad, que sana, y salva llenándonos de esperanza y vida.

Al igual que muchos, Dios quiera, que puedas decir: yo también soy un pecador en el que Jesús puso su mirada. Os invito a que hoy en vuestras casas y en silencio recordéis con gratitud y alegría, aquel momento en que la mirada de Jesús se posó en tu vida.

Pr. Josué Martínez

19 de abril de 2020

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